martes, 1 de septiembre de 2015

El fracaso histórico del nacionalismo argentino

Reconozco que escribo esto desde la bronca y la impotencia. Se suceden elecciones tras elecciones y no figuramos. Hasta Altamira sacó un millón de votos en su momento. Nosotros en cambio, nada. Alguna agrupación testimonial saca 3.000 votos en la Ciudad de Buenos Aires y un puñado más en la Provincia. El resto del país nos transmite un enorme silencio electoral, casi sepulcral. El Nacionalismo no existe.

Eso sí, las redes sociales muestran decenas de grupos nacionalistas, todos comandados por pequeños Führers, con rimbombantes nombres, coloridos símbolos, y hermosas frases y dichos. Entiendan que no lo digo desde afuera. Yo he sido parte de todo esto. Todos pequeños sellos de goma, algunos valiosos e interesantes, otros folklóricos y sin sentido, pero todos peleados entre sí. Nacional socialistas, fascistas, peronistas, nacionalistas católicos, acólitos de Puttin, etc. Un conglomerado de voluntades sin claridad. Y específicamente sin objetivos claros.

Y todos nos preguntamos, si somos patriotas, honestos, defendemos la familia y los valores compartidos por la mayoría de la gente sana, ¿por qué vivimos en este ostracismo político? Básicamente, porque hacemos política de una manera que está totalmente agotada. Atrasa. No aprendimos nada.
Aparte, nos mentimos a nosotros mismos. Nos prendemos a una manifestación de un millón de personas contra CFK, y mostramos fotos de “la numerosa columna de camaradas”. Mentira. Eran treinta. Valiosos, pero pocos.

No hacemos nada que los triunfantes movimientos nacionales que admiramos hayan hecho. Nada. Esos movimientos, basados en valores ancestrales, estuvieron firmemente enraizados con la gente de ese momento, y sus necesidades y problemas. Nosotros vivimos en el ayer. En muchos casos, en ese ayer. Nos conformamos con levantar el dedo índice y decir en una raleada reunión en el hotel Castelar (es decir, siempre de Callao para el río) que “el problema mundial es el sionismo internacional”. Es probable que lo sea. Pero no somos capaces de convencer a nadie de esto. Y menos a que luche para que deje de serlo.

Somos el discurso pero no la acción.

Somos el pasado y no el futuro.

Somos el folklore y no la política.


Intentaré semana tras semana de tratar de descifrar cuales son los males del nacionalismo argentino. No para mofarme de los mismos, sino para intentar, por enésima vez, corregirlos.

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