Son bastante cómicos y pobres los análisis post electorales
con el diario del lunes. “El pueblo eligió la paz”, en elecciones que
terminaron 51% a 49%. “Los argentinos prefirieron a Macri”, con resultados
similares. En general los periodistas, en típico razonamiento populista,
caracterizan al pueblo, en este caso a quienes votaron al ganador en una
elección, como una masa monolítica con un pensamiento único y alineado,
generalmente acorde al de ellos mismos. Nada más lejos de la verdad. A veces
tenemos que recurrir al poeta estadounidense Henry-Louis Mencken para afirmar
que “La democracia es una creencia patética en la sabiduría colectiva de la
ignorancia individual”. Millones de votos son millones de motivaciones
diversas. Pero volviendo a la realidad, al establishment periodístico se le
quemaron los papeles a la hora de analizar la victoria de Donald Trump.
En Dictadura está mucho más claro el margen de maniobra de movimiento
político o de cada individuo que en democracia. Totalmente. Uno sabe claramente
cuales son los límites a la participación política, al derecho a la expresión, a
la actividad económica, etc. Si se cruza esa delgada línea, el castigo a
recibir también está claro y preestablecido. Y puede ser muy duro, claro que sí.
Pasaba lo mismo en las monarquías. Hay más previsibilidad. En cambio en las
democracias, esto no está tan claro. La democracia garantiza el derecho a la
libre expresión (¡claro!) por lo cual, la forma de ponerle límites a la misma
tiene dos vertientes: una ley que castigue determinadas expresiones que no son
consideradas políticamente correctas o, para peor, que quien las exprese sea
condenado de manera pública de hereje, sin una ley que necesariamente lo
condene. Y al hereje no se lo juzga, sino que se lo quema. Sirva como ejemplo
la opinión sobre el llamado Holocausto del pueblo judío en muchísimos países de
Europa. En algunos países las leyes prohíben una opinión diferente a la Historia
Oficial. En otros, la condena es el ostracismo público.
Quienes hoy garantizan que la libertad de expresión no exista
en las democracias son aquellos que sin saberlo integran la Policía del
Pensamiento Único. Son miles y diversos, y cumplen un papel fundamental en la
conservación del orden establecido. Son políticos, periodistas, opinólogos,
pseudo científicos y en el caso de algunos países como la Argentina, burócratas
estatales con una carga de resentimiento personal y político muy importante,
como los integrantes del INADI. Todo bajo un aparente barniz democrático,
progresista y humanista.
¿Qué logra esta Policía? Lo que logran las policías en los
regímenes autoritarios: silencio. Y en el contexto de ese silencio a la fuerza,
donde expresar su propia opinión en temas como aborto, género, seguridad,
religión, etc. puede ser causante de una condena por herejía, el ciudadano que
se opone a las ideas que defiende dicha Policía, se cuida de expresar
libremente sus opiniones que en general, son compartidas casi en secreto por la
gran mayoría de la gente, los cuales sin embargo no logran articular un
movimiento político-cultural que las combata, ¿se entiende?
Donde tampoco opinan, es cuando les preguntan a quien van
a votar. En ese caso, callan o mienten. Y solo cuando ponen el papelito en la
urna, expresan en la soledad del cuarto oscuro su verdadera opinión. ¿Me
siguen?
En EE.UU. la opinión pública (o publicada) estaba 95% a
favor de Hillary Clinton. Prensa, espectáculo, grandes capitales, comunidades
latina, negra, judía, Hollywood, expresaban su favoritismo por la esposa del travieso
hombre canoso del saxo. Incluso los periodistas argentinos expresaban este
favoritismo al nombrar a Trump con desprecio, antes del día de las elecciones.
Pero Trump ganó, y las encuestas no fueron capaces de penetrar en la verdadera
intención de los votantes y estuvieron días pronosticando una clara victoria de
Hillary.
¿Pero por qué votaron los estadounidenses a Trump? Difícil
resumir todo en una sola idea como hacen los periodistas de medios masivos (que
nosotros ni somos ni seremos), pero podríamos ensayar varias motivaciones que suponemos
los habrán movidos a hacerlo.
- Un rechazo a la política tradicional. Elección de un outsider a la misma como muestra de rechazo a dicha corporación.
- Un apoyo al endurecimiento de la política inmigratoria.
- Un rechazo a la Policía del Pensamiento Único y a la Corrección Política. Basta de decirme como debo pensar sobre cada tema.
- La Rebelión Blanca. Una resurrección de lo más profundo del país en rechazo a las políticas de discriminación positiva que reciben las minorías desde hace décadas.
- Una situación económica que se deteriora año tras año.
- Un pensamiento más conservador y tradicional.
- Una candidata demócrata impresentable.
- La idea del sueño americano que cada vez parece más lejano.
¿Habrá más motivaciones? Seguramente muchas. O millones. Una
por cada votante. Pero el votante dijo, de diferentes maneras, déjenme de
hinchar las pelotas.
El resultado de la elección de EE.UU. es por un lado una
bocanada de aire puro a la política mundial, por otro lado un desafío a la
corrección política y su putrefacto olor de pensamiento único e indiscutible y,
porque no, un grito de los blancos, diciendo presentes en un Mundo que parece
ocultarlos en detrimento de un montón de pueblos y culturas cuya exaltación no
constituye un pensamiento incorrecto. Como el caso de los blancos. Que solo
nombrar su existencia, constituye una herejía.